Kurt Knispel, el mejor tanquista de la 2ª Guerra Mundial
Дата: 17.02.2017 10:16:04
Delhroh: A finales de enero de 1943 tenemos por fin a Kurt Knispel frente al
Tiger. El tanque superaba sus mejores expectativas: un
impresionante cañón con un increíble índice de penetración, una
excelente velocidad de rotación de la torreta y un blindaje
impresionante que no tenía ningún otro tanque alemán. El Tiger era
un arma superpesada con un impresionante cañón de una precisión
divina y cuando entró en servicio era el mejor tanque del mundo sin
discusión. Su capacidad de destruir enemigos a grandes distancias
le hacía imbatible en el campo de batalla, además de una
Santabárbara que podía llevar hasta 90 rondas de munición, lo que
le permitía combatir durante varios días sin necesidad de
reabastecimiento. Los primeros modelos sufrirían varios problemas
mecánicos debido principalmente a la necesidad urgente de enviarlos
al Frente del Este, pero estos problemas se fueron supliendo en las
nuevas unidades construidas.
Su blindaje también era algo a tener en cuenta, dado que era capaz de aguantar impactos de armas antitanque que ningún otro blindado alemán podía absorber. Existen casos documentados de tanques que recibieron más de 200 impactos y su blindaje no fue penetrado. Los soviéticos comenzaron a temer muy pronto a los llamados “Tigri”. Esa palabra se convirtió en sinónimo de terror entre las filas del Ejército Rojo. Knispel recibiría un intenso entrenamiento, principalmente en prácticas de tiros. Estas no hicieron más que confirmar su fe en la nueva arma. Realizaría prácticas a largas distancia para destruir enemigos a distancias a partir de los 2.000 metros, causando así bajas enemigas a tanta distancia. También era muy importante calcular perfectamente la trayectoria. Rubbel nos comenta de nuevo las características tanquistas de Knispel: «Mi hermano de armas Kurt Knispel demostró que no poseía solamente un bueno ojo, sino además una impresionante visión tridimensional. Aquel momento fue cuando Knispel estaba verdaderamente en su elemento. Todo eso le permitió más tarde salir victorioso de cientos de combates.» Knispel sería asignado al 500º Batallón Pesado Panzer y enviado a la ciudad de Panderborn. La unidad estaba liderada por un viejo conocido de Knispel, el Teniente Fendesack. Más adelante, dicha unidad se convirtió en la Primera Compañía del 503 Batallón Pesado Panzer, compañía compuesta por 5 Tiger. La nueva unidad de Knispel quedaba oficialmente formada el 4 de mayo de 1942, siendo una de las primeras unidades en ser formadas en recibir el famoso Tiger. A principios de marzo la unidad ya estaba prácticamente lista con 45 tanques Tiger a su disposición aunque el principal problema que tendría esta unidad sería a que muchos de sus miembros eran “bisoños” (es decir novatos) y su inexperiencia jugaría un importante papel en los primeros combates de la unidad. El 14 de abril de 1943 se desplazaron 60 kilómetros al sur de la ciudad ucraniana de Kharkov. Los tanques ocuparon diversas posiciones en el Frente para apoyar un ataque conjunto con la infantería para destruir las defensas enemigas del sector. Entre los tanquistas y la tropa circularon varias fotos aéreas de la zona en las que estaban señalizados los búnkeres enemigos. Los tanques se lanzaron al ataque y el tanque que consiguió los mejores resultados fue el tanque en que estaba el mejor artillero de la unidad, Kurt Knispel. Knispel participaría en una de las operaciones más importantes de la Segunda Guerra Mundial, la llamada Operación Ciudadela37 que daría paso a la batalla de tanques más impresionante de la Historia, la Batalla de Kursk.
La Unidad de Knispel quedó asignada a la 7ª División Panzer. El 5 de julio los Tiger rugieron al poner rumbo a un puente construido sobre el río Donets. Su primer objetivo fue limpiar el lugar de piezas antitanque enemigas. Tras esto se dirigieron a uno de los flancos de las fuerzas enemigas. Su objetivo principal sería proteger el flanco propio de su división que tenía como objetivo presionar a las fuerzas soviéticas en el saliente de Kursk. Al tercer día de combates la primera compañía solamente disponía de 12 vehículos en condiciones de combatir, y por supuesto uno de ellos era el Tiger de Knispel. El primer enemigo que conocería la efectividad del Tiger fue un solitario T-34 que fue destruido de un disparo del Tiger, ¡un disparo frontal! Knispel quedó impresionado al ver como el poderoso cañón del 88 atravesó la armadura frontal del tanque soviético como si fuera mantequilla. Durante el cuarto día de combates Knispel destruyó otros siete tanques enemigos a largas distancias, siempre con el mismo resultado: un disparo, un tanque destruido. Los combates en los pueblos de los alrededores se fueron sucediendo, pues allá donde se desplazaban los tanques alemanes había blindados enemigos esperándolos. En ninguna ocasión el Tiger fue destruido o dañado, y Knispel demostró ser el mejor artillero de nuevo, destruyendo un objetivo tras otro. El último día del ataque los Tiger avanzaron bastantes kilómetros y tras destruir una posición antitanque, Knispel avistó a lo lejos a una gran cantidad de tanques enemigos: «– Tres en punto. 800 metros ¡Tanques enemigos!
– ¿Cuántos Kurt? –preguntó su comandante Rippl a Knispel.
– Unos 10.
– Max a Moritz38. Tenemos unos pocos tanques para ti. Ven hacía nosotros.
– Moritz a Max, ya vienen.» Mientras esa conversación tenía lugar el Tiger ya se había puesto en posición de combate mirando directamente hacía los tanques soviéticos, mientras que el cargador introducía la primera bala en el cañón del 88. El primer tanque enemigo salió de la cobertura que les estaban ofreciendo unos arbustos y unos árboles y mostró uno de sus lados al Tiger. El tanque alemán se detuvo, y Knispel disparó. La torreta salió volando por los aires. «–¡Impacto directo! –gritó enfervorecido el comandante del Tiger Rippl, pero mientras él lo celebraba, tanto el cargador como Knispel dispararon en otras dos ocasiones, dando como resultado otros dos tanques enemigos destruidos.»
Los T-34 trataron de retirarse sin saber muy bien quien les estaba atacando. Antes de que los soviéticos se retiraran Knispel destruyó otros dos y el Tiger que llegó para apoyarles dejó fuera de combate a otros dos. El último T-34 que quedaba huía lo más rápidamente posible, dando la parte de atrás así al Tiger de Knispel. El T-34 fue destruido por Knispel a más de 2.000 metros de distancia, un extraordinario logro. Cuando los compañeros de la tripulación fueron informados por su comandante que el último T-34 había sido destruido a más de 2.000 metros los compañeros de Knispel se pusieron a gritar de excitación y a aplaudir a su excelente tirador.
En los siguientes días de combate el 503º Batallón Pesado Panzer se utilizaría para como una brigada de artillería móvil, utilizando a los Tiger allá donde hubiera que defender las posiciones alemanas. En una ocasión, 8 Tiger, entre ellos el de Knispel fueron movilizados a una zona del Frente donde los soviéticos atacaban con una gran cantidad de tanques enemigos. Aquel día Knispel destruyó 3 tanques, y los 8 Tiger destruirían en total 20 tanques enemigos, destruyendo así a la unidad blindada enemiga por completo.
El 14 de Julio el batallón alcanzaba la ciudad de Belgorod con solamente 10 Tiger en servicio. En aquel lugar había empezado hacía exactamente diez días el asalto principal alemán. Pocos días después estaba claro que los alemanes perdían definitivamente la que sería llamada la Batalla de Kursk. Durante aquella ofensiva Knispel destruyó un total de 27 tanques enemigos y sería condecorado con la Cruz de Hierro de Primera Clase.
Los alemanes comenzaron su retirada el 16 de Julio y tuvieron que hacer frente a una poderosa contraofensiva soviética, siendo la prioridad del batallón proteger los flancos de las unidades de infantería de posibles ataques blindados. Los blindados alemanes se vieron arrollados durante numerosos ataques enemigos, pero los Tiger que aún quedaban operativos iban de un lado a otro luchando contra los T-34 que se encontraban. En pocos días solamente quedaban dos Tiger operativos, uno el de Knispel. Finalmente para evitar ser flanqueados y destruidos los dos Tiger tuvieron que retirarse y fueron incapaces de rescatar al último Tiger operativo que había quedado en la vanguardia. El comandante de su unidad les acusó de ser los responsables de la pérdida del Tiger en tierra de nadie. Knispel tras oír la reprimenda gritó totalmente fuera de sí: «– ¡No podemos permitir que diga eso de nosotros!
– Sargento Knispel, aunque el tanque este prácticamente destruido, es su deber recuperar nuestros tanques si es posible. –respondió el oficial..» Y ese fue el fin de la discusión. Regresaron al frente para tratar de recuperar el Tiger. Se vieron sometidos a una alta concentración de fuego antitanque, por lo que tras avanzar tras el terreno las balas enemigas comenzaron a rebotar sobre la torreta de los Tigers, por lo que finalmente dieron por imposible la recuperación del Tiger. Knispel finalmente recibió la orden de su oficial de destruir el Tiger averiado para que al menos no cayera en manos enemigas.
Al regresar a líneas alemanas e informar a su Coronel este les volvió a criticar por la pérdida del Tiger. Nadie se limitó a responder al oficial, salvo un sargento llamado Kurt Knispel: «Le informo Coronel que aquel tanque fue abandonado por su tripulación y no por nosotros. Hemos tratado de traerlo. Era imposible y si lo hubiéramos intentado solamente habría terminado con la pérdida de nuestros dos Tiger. Decidimos que lo mejor era destruirlo para evitar que cayera en manos enemigas.» Parece que estas palabras aplacaron el mal humor del comandante que se limitó a despedirles con un: «Pueden retirarse.» Cuando lo hicieron, el coronel preguntó a su segundo: «– ¿Quién era el sargento de pelo negro con la Cruz de Hierro de Primera clase?
– Kurt Knispel del 503º Batallón Pesado Panzer mi Coronel.
– Maldito sea, me ha puesto en evidencia. Con una verborrea como esa seguro que debe ser berlinés.
– No mi coronel, Knispel proviene del este de los Sudestes.
– Olvídelo, no importa. ¡Pero ese mequetrefe me ha puesto en evidencia!» Y así quedó el asunto. Los tanquistas pudieron regresar a sus tanques y ayudar con éxito a la sufrida infantería. De nuevo durante la desastrosa retirada de las fuerzas alemanas Knispel lideró con otro Tiger la retirada de la infantería en la vanguardia de las tropas alemanas de infantería. Lo cierto es que los Tigers no iban a la vanguardia de la inmensa columna sino que se vieron mezclados con civiles y tropas que avanzaban huyendo de las fuerzas enemigas. A última hora de la tarde aquel día entre Julio y septiembre de 1943 (las fechas varían según las fuentes consultadas) los ya más que veteranos tanquistas huyeron en la distancia ruido de cadenas de tanques en movimiento. No les quedaba muy claro si eran aliados o no, dado que por ejemplo, un par de horas atrás se les había unido otro Tiger y también podría tratarse de tanques en retaguardia. Mientras dudaban el tercer Tiger comenzó a enviar señales luminosas pensando que, efectivamente eran aliados. La tripulación del Tiger de Knispel y su oficial, llegaron a la conclusión que eran soviéticos, por lo que volvieron rápidamente a su Tiger y se prepararon para entrar en combate. Cuando el ruido de los motores y de las cadenas impactando con el suelo fue más cercano no había duda: se trataba de T-34 soviéticos.
Hay que decir que en ese momento había una fuerte niebla por lo que apenas se veía nada. Los otros comandantes de los otros dos Tiger dispararon varias bengalas a 45 grados para iluminar el terreno de combate, pues apenas había visibilidad y en el momento en el que la primera bengala verdosa perfiló la silueta de un T-34 Knispel disparó, destruyéndolo prácticamente unas décimas de segundo después. Volvieron a cargar y disparar y un segundo más tarde otro T-34 explotaba por los aires. Otros dos T-34 fueron destruidos por el segundo Tiger. Un tercer T-34 disparó su cañón de 76 milímetros pero no consiguió penetrar la sólida armadura del blindado de Knispel. Segundos más tarde en esta escena apareció en el campo de batalla otros 12 tanques soviéticos que abrieron fuego a la formación de tres Tiger.
Los disparos de los enemigos rebotaron o fallaron sus objetivos. Knispel destruyó otro T-34 y finalmente el tercer Tiger también se unió a la batalla destruyendo otro de aquellos T-34.
Tras los escasos segundos de confusión posterior los pocos T-34 que quedaban se retiraron dejando atrás 8 tanques destruidos por los Tiger. Los dos únicos Tiger supervivientes cruzaba el río Dniepr, los tanques de nombre Max y Moritz.
Ya en líneas alemanas era momento de calcular el nº de tanques destruidos por Knispel y sus compañeros. El total de tanques destruidos durante la Operación Ciudadela ascendía a 60 en más de 300 batallas contra carros blindados enemigos, y su total de enemigos destruidos ya ascendía a 72. Fue condecorado con la Placa de Tanquista en Oro.
El batallón ya en la retaguardia recibió nuevos Tiger y nuevos soldados de reemplazo para suplir las bajas. Sin tiempo que perder la unidad fue enviada a Kiev, donde los soviéticos habían lanzado una gran ofensiva para tratar de recuperar la importante ciudad.
Parece ser que los tanques enviados y el personal de refresco no fue suficiente para recuperar la capacidad combativa de la unidad al completo por lo que el Batallón no sería completamente desplegado en la zona de operaciones hasta algún tiempo más tarde.
A principios de 1944 la unidad de Knispel lucharía contra el Ejército Rojo una vez más, en esta ocasión cuando rompieron las defensas alemanas al sureste de Ucrania, cerca de Kiev.
La batalla duraría desde comienzos de 1944 hasta el 18 de enero del mismo año. Durante aquellos días de nuevo los Tiger demostraron ser vitales para las defensas alemanas, aunque, además de lugar contras las fuerzas enemigas lucharon contra el barro una y otra vez.
Ese mismo mes, la comandancia del Batallón pasó a manos del Teniente Dr. Franz Bäke. Lucharían de nuevo contra los soviéticos en las cercanías de Vinnitsa donde rodearon a las fuerzas enemigas y las destruyeron por completo.
En 5 días el Batallón de Tigers destruiría 267 tanques enemigos. El siguiente objetivo sería ayudar a las fuerzas alemanas que estaban rodeadas en Cherkassy, donde el primer día destruirían 80 tanques, 30 el segundo y 20 el tercer día de lucha. Esta extraordinaria eficacia hizo posible que las fuerzas sitiadas fueran rescatadas. En aquellos días Knispel destruyó en torno a 80 tanques enemigos.
El 10 de febrero, tras intensos días de lucha, solamente quedaban operativos 18 Tigers, y estos fueron enviados a atacar la ciudad de Frankovka con tropas de infantería. Antes de llegar a su destino encontraron doce T-34 y tres piezas antitanque, dos de las cuales fueron destruidas en un espacio de 30 segundos por Kurt Knispel. Segundos después destruía su primer T-34 a una distancia de 1.800 metros antes de que los T-34 pudieran devolverles el fuego. Los otros Tiger dispararon y pronto dejaron fuera a otros siete T-34. Knispel destruía un segundo T-34 segundos después.
Tras la destrucción del último tanque enemigo avanzaron varios kilómetros sin lucha dado que no detectaron ningún enemigo en su avance. Cuando llegaron a la carretera de Bushanka, el sexto sentido de Knispel detectó a los tanques enemigos: «¡Delante a la derecha, moviéndose hacía la izquierda,
unos 10 tanques enemigos, distancia 1.500 metros!» Sin perder un segundo los Tigers se pusieron en posición de combate y abrieron fuego, como si se tratara de un ejercicio de tiro en pocos segundos los once tanques enemigos eran destruidos sin posibilidad alguna de devolver el fuego. Los Tiger continuaron su camino y finalmente tomaron las posiciones asignadas en la ciudad de Frankovka. ¿Y qué les esperaba al día siguiente? Una fuerza compuesta por 80 tanques y unas 50 piezas antitanque. Por supuesto Knispel y sus camaradas recibirían la orden de atacar. El ataque tendría lugar a las 8 de la mañana del día siguiente. Los tanques se pusieron en formación de combate a unos 600 metros con la promesa de que los Stukas harían acto de presencia para apoyar su ataque. Los Stukas efectivamente aparecieron y descargaron sus bombas y los soviéticos cometieron un importante error, porque en lugar de mantenerse en sus posiciones ofensivas atacaron frontalmente a los Tiger, quizás por la confusión que llevaron los Stuka y sus bombas a las filas soviéticas. En la distancia aparecieron los primeros T-34, trece unidades que fueron destruidos antes de que pudieran devolver el fuego a los poderosos Tiger, de los cuales dos fueron puestos fuera de combate por Knispel. En ese momento los Tiger cargaron contra las posiciones enemigas. Los soviéticos pondrían fuera de combate a 5 Tiger y los alemanes a 70 tanques soviéticos y 50 piezas antitanque durante los minutos que duró la batalla.
Desafortunadamente la confusión de la batalla nos impide dar más detalles, pero desde luego tuvo que ser una carga más que épica: imaginarse a los 18 Tiger cargando frontalmente en formación contra 70 tanques enemigos y 50 piezas antitanque que protegían aquella colina. Disparos y explosiones por doquier y alrededor de los tanques alemanes mientras que estos devuelven el fuego a los alemanes y destruyen una pieza tras otra, explosión tras explosión, disparar y volver a recargar inmediatamente para destruir un nuevo objetivo mientras que los impactos resuenan en el interior del tanque, pero los hombres están demasiado concentrados: el conductor pilotando hacia delante, el artillero de la ametralladora disparando a todo lo que ve, el cargador cargando balas, una detrás de otra, el artillero apuntando y disparando y el comandante dando y devolviendo órdenes a una velocidad condenada mientras los Stukas bombardeaban sin cesar las posiciones enemigas. Esa fue la batalla en la que Kurt Knispel participó. A pesar de todos los esfuerzos de los tanquistas las unidades alemanes fueron incapaces de romper el cerco de las unidades alemanes atrapadas en Cherkassy. Tras varios encuentros más contra los soviéticos los alemanes lanzaron un último ataque con la esperanza de romper el cerco enemigo. Tras la pérdida de otro Tiger los alemanes se retiraron de nuevo. Volvieron a intentarlo a las 4 de la mañana del 17 de febrero. Llegaron a estar a tan solo 8 kilómetros de su objetivo, pero siempre tuvieron que retirarse. Los ojos cansados de los tanquistas, enrojecidos por el cansancio se llenaron de lágrimas al no poder rescatar a sus camaradas. Finalmente fueron las fuerzas sitiadas las que pudieron romper el cerco en un desesperado ataque y pudieron abrazar a sus camaradas tanquistas para agradecerles personalmente sus esfuerzos. Fue uno de los momentos más emotivos de la guerra para Knispel. Consiguieron alcanzar las líneas alemanas y reunirse con los Tigers alrededor de unos 1.100 hombres. Finalmente el 18 de febrero los Tiger se retiraron.
En torno a principios de 1944, las acciones de Kurt Knispel le hicieron merecedor de una recomendación para ser condecorado con la Cruz de Caballero, pero por razones no esclarecidas no le fue otorgada tan importante distinción, a pesar de que había conseguido más del doble de tanques destruidos exigidos a un artillero para ganar la medalla. No obstante sí que le sería entregada la Cruz Alemana en Oro, dado que la había hecho más que méritos para recibirla tres o cuatro veces. La medalla le sería entregada el 20 de mayo de 1944, y además fue ascendido a Sargento Primero. No se entendía como Knispel que había sido recomendado en al menos cuatro ocasiones no recibió la condecoración que se merecía por derecho propio. El 4 de mayo de 1944 la unidad regresaba a Alemania, llegando a Paderborn el 9 de mayo de 1944. Allí descansarían y comenzarían a probar el nuevo Tiger II, un tanque más pesado y con un cañón ligeramente más potente que el Tiger I. Knispel también aprovecharía algunos días de su último permiso para visitar a su amigo Alfred Rubbel que estaba en un hospital militar recuperándose de varias heridas recibidas en el frente.
El 503º Batallón Pesado Panzer sería equipado con el Tiger II y Knispel fomaría parte de la dotación de uno de ellos. La unidad sería rápidamente movilizada a Francia con motivo del Día D más famoso de la Historia, el Desembarco de Normandía el 6 de junio de 1944. Tras varios días de viaje, ya estaban en territorio francés, cerca de Dreux, una ciudad que está a unos 80 kilómetros al oeste de París. En aquella zona esperarían a los aliados. El 13 de julio los Tiger II entraron en combate contra tanques británicos que habían atravesado las líneas alemanas. 11 tanques británicos fueron puestos fuera de combate y dos de ellos fueron gracias a los certeros disparos de Knispel. El 30 de julio el batallón se vio obligado a retirarse hacia la ciudad de St. Lo. El 14 de agosto el tanque de Kurt fue atacado por cohetes lanzados desde bombarderos. El tanque de Kurt fue impactado y su oficial y amigo Fendersack fue rescatado por él, pero moriría al día siguiente en el hospital a causa de las heridas recibidas. La noche del mismo día que Kurt Knispel enterraba a su comandante y amigo, los partisanos franceses atacaron a la unidad tanquista, y Knispel ayudó a hacerles frente con armas ligeras. A lo largo de los días siguientes los tanques de la unidad fueron destruidos. El último Tiger que quedaba disponible era en el que Knispel era comandante, por fin, comandante de su propio carro blindado. No había hombre de aquel batallón que no hubiera salido salvado en alguna ocasión por Knispel. Era el espíritu de su unidad, una clara inspiración para todos. La unidad regresaría a Alemania tras la pérdida de la ciudad de St. Lo. Muchos de los tanquistas habían muerto o habían resultado heridos, salvo uno de ellos Kurt Knispel. Entre el 19 y 22 de septiembre la unidad volvía a recibir soldados de reemplazo para cubrir las bajas y 45 nuevos y flamantes Tiger II. La unidad no estaría a punto hasta principios de octubre. La unidad sería transportada en tren hasta Hungría, llegando a Budapest el 14 de octubre. Knispel lucharía contra las fuerzas soviéticas, siempre en primera línea de combate. Hay un momento que quiero resaltar, y es cuando, después de varias peligrosas misiones de combate, ocurrió lo siguiente (según las Memorias de Alfred Rubber: «Vi al capitán von Dienst-Körber que abrazó a Knispel tras destruir su tanque número 126 y que iba a reportarlo. El capitán dijo con emoción:
– ¡Knispel, si tuviera una Cruz de Caballero te la daría aquí y ahora mismo!
– Gracias mi capitán, pero no es un una Cruz de Caballero sino sus acciones las que hacen al soldado.
– Es cierto Knispel, ¡pero hay que honrar a aquellos que se la merecen! Has ganado la Cruz de Caballero por lo menos tres veces ya y me gustaría ver como la recibes.» El capitán rellenó aquel día la correspondiente solicitud (era la tercera recomendación que un oficial escribía para que Knispel recibiera la medalla), aunque parece ser que la recomendación se perdió. Durante su etapa como comandante del peligroso King Tiger destruyó más de 40 tanques enemigos además de un sinfín de piezas antitanque y piezas de artillería. A finales de octubre de 1944 Knispel se enfrentaría a los nuevos IS-2 armados con cañones de 122 milímetros, que por supuesto, también serían destruidos por el intrépido héroe. En noviembre de 1944 Knispel conseguiría su disparo acreditado a mayor distancia, la destrucción de un tanque T-34 a más de 3.000 metros de distancia.
Entre diciembre de 1944 y enero de 1945 los alemanes continuaron luchando contra los soviéticos, perdiendo cada vez más terreno y más tanques a cada día que pasaba estaba más que clara la superioridad enemiga. En ocasiones los Tiger quedaban rodeados por incluso 20 enemigos que, obviamente no tenían problemas para destruir los tanques alemanes uno a uno. A mediados de febrero de 1945 el Batallón solamente disponía de solamente 22 Tigers operativos. Las principales perdidas de aquel mes se dieron principalmente a fuego de piezas y a minas antitanque. El 25 de marzo los rusos lanzaron una terrible ofensiva a lo largo de todo el Frente Oriental. Los tanques alemanes comenzaron a ceder terreno y no era el día que algún compañero resultaba muerto cumpliendo con su deber. El 15 de abril, lo que quedaba del batallón apoyó a la 357ª División de Infantería para tratar de establecer una nueva línea defensiva en el Frente. El día 19 los soviéticos trataron en varias ocasiones tratar de romper el frente y flanquear las posiciones alemanas. El 19 de día sería el canto de cisne para Knispel, dado que se enfrentaría prácticamente en solitario contra trece tanques enemigos, destruyendo a cuatro de ellos y poniendo en fuga al resto. El día 21 Knispel destruiría cuatro tanques más y tres piezas antitanque. En aquellas fechas ya solamente quedaban 5 tanques operativos, aunque los mecánicos consiguieron recuperar otros tres que se unieron a las exiguas fuerzas alemanas. Aquel día los soviéticos rompían de nuevo las líneas alemanas, siendo en esta ocasión una poderosa unidad con multitud de tanques y tropas motorizadas. Cerca de una granja los alemanes ponían fuera de combate a diez tanques. Knispel atacaría de nuevo, destruyendo otros tres tanques enemigos.
Desde Zingendorf, la unidad fue trasladada a la ciudad de Wostitz el 26 de abril. Entablaron nuevos combates contra fuerzas blindadas durante los días siguientes. El 29 de abril, Knispel ponía fuera de combate a un enemigo número 168. En su última acción un vehículo Fw. Skoda solicitó ayuda al estar rodeado de enemigos y Knispel acudió en su ayuda. Allí se encontró una cantidad indeterminada de enemigos, quizás más de 20 tanques enemigos, las cifras y los supervivientes de aquella batalla no se ponen de acuerdo. Lo único claro era el resultado: el tanque de Knispel fue destruido así como el vehículo que trató de salvar en su última y heroica acción.
¿Murió Knispel dentro de su tanque o a causa de las heridas posteriormente en un hospital de campaña? Lo único claro es que fue enterrado en la parte trasera de una iglesia, cerca de un hospital de campaña, por lo que la segunda versión parece cobrar mayor fuerza.
El invencible Knispel, aquel que nunca había resultado herido exhaló su último aliento. Fue el hombre más brillante del ejército blindado alemán durante la 2ª Guerra Mundial, el as blindado más importante de la Historia, y curiosamente, uno de los menos famosos. Nunca fue un Caballero de la Cruz de Hierro, pero sin duda fue el más grande todos. Kurt Knispel murió como lo que fue, un gigante. Pero la Historia de Kurt Knispel no acabaría aquí. Durante una gran cantidad de años jamás se supo donde había sido enterrado, perdiéndose para siempre su nombre en las brumas de la Historia, aunque el brillo de sus hazañas y su leyenda pertenecían vivos en las memorias de aquellos que le conocieron y que combatieron con él así como en la de eruditos, historiadores y aficionados a la Segunda Guerra Mundial. Obviamente no sería igual en Alemania. Alemania, la gran perdedora de la Segunda Guerra Mundial fue ocupada por los países aliados durante la postguerra e inculcarían en el pueblo alemán un fuerte resentimiento y vergüenza por todo aquello que ocurrió durante la 2ª Guerra Mundial, y obviamente el resentimiento y la vergüenza trajo consigo el olvido. No serían los historiadores alemanes los que se interesarían por las figuras de los héroes de guerra alemanes, de los perdedores, sino todo lo contrario. Serían los historiadores de las potencias vencedoras, especialmente americanos y británicos los que comenzarían a estudiar y descubrir las grandes gestas que muchos de estos héroes de guerra llevaron a cabo: grandes pilotos de caza, impresionantes generales y mariscales de campo, lobos de mar en sus submarinos capaces de hundir decenas de barcos y como no, ases tanquistas. Un nombre destacaba por encima de todos los demás a causa de la Propaganda: Michael Wittmann, el joven capitán de las Waffen-SS que había sido condecorado con la Cruz de Caballero con Hojas de Roble y Espadas. Pero pronto se descubriría que no sería “el mejor”, sino el más laureado, pues Otto Carius le superaría en tanques destruidos, además del propio Kurt Knispel. Las pesquisas llegaron a buen puerto parte de los Historiadores militares y el nombre resonó con fuerza en las primeras obras dedicadas a los grandes ases tanquistas del bando alemán: Kurt Knispel.
La fama que se le había negado en vida era otorgada, curiosamente, por historiadores de los países vencedores de la Segunda Guerra Mundial. Su figura y su vida se resumían ahora de la siguiente forma: el mejor tanquista de la Historia. Curiosamente la Historia quiso hacer un guiño al autor de estas líneas cuando en los primeros días de abril de 2013 una noticia saltaba en diversos medios de comunicación especializados de internet, en páginas de aficionados a la Historia principalmente: ha sido encontrado el cuerpo de Kurt Knispel.
Me encontraba en Alemania y unos pocos días después entrevistaría a Otto Carius. Mi interés por la figura de Kurt Knispel era desde luego muy fuerte, tanto que durante la semana siguiente que permanecí en Alemania revisé páginas webs y la prensa diaria en busca de alguna reseña sobre tan importante descubrimiento histórico. NADA. Ni siquiera una esquela, ni siquiera unas breves líneas, nada. No salía de mi estupor, y este estupor lo llegué a compartir con el viejo veterano de guerra, Otto Carius, uno de los ases tanquista más famoso de todos los tiempos y presente en las páginas de este libro. «– ¿Qué le parece? – le dije a Otto Carius tras explicarle la situación.
– Una vergüenza, eso es lo que me parece.» Yo no habría descrito con mejores palabras lo que yo también pensaba sobre el asunto, principalmente porque estamos hablando de un héroe de guerra que era un reconocido antinazi tal y como el lector ha podido leer en esta extensa biografía, y su biografía y encontronazos con los guardias que maltrataban prisioneros son de sobra conocidas por todos. Aun así Alemania dio la espalda al héroe más importante de la Historia Militar a bordo de un carro blindado. Sirva esta biografía de homenaje a aquel joven que se convirtió en vida en Historia, que la Historia convirtió en mito y el tiempo convertirá a ese mito en lo que es hoy, una leyenda.
El broche de oro y punto final a su biografía que queremos compartir con vosotros es la opinión de su mejor amigo durante la guerra, Alfred Rubbel, quizás la persona que mejor conoció la figura de Knispel, dado que gracias a sus memorias se ha podido reconstruir casi la totalidad de esta biografía:
«Como persona Knispel siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás sin esperar nada a cambio. Compartía siempre su comida y bebida con sus camaradas, y si era necesario, su última camisa. Era alegre y sincero y todos teníamos ese extraño sentimiento de que si él luchaba con nosotros durante un ataque o una defensa, a la izquierda, a la derecha o en vanguardia estábamos seguros. Nunca abandonó a nadie, sin importar la situación. Lo demostró en multitud de ocasiones poniendo su vida en peligro en aquellas misiones. Había en nuestras tres compañías del 503º Batallón Pesado Panzer grandes personalidades y soldados que habían destruido una gran cantidad de tanques […]. Knispel los superaba a todos ellos, no solo en el batallón, sino a todos los del ejército alemán. En todo el Ejército alemán no hubo nadie que consiguiera aquel número de victorias sentado detrás del cañón de un tanque. Todos los tanques citados fueron confirmados. El éxito de Knispel era sencillamente insuperable. Era un artillero que hizo su trabajo lo mejor que pudo. Cierto que al final se convirtió en comandante de carro (para lo que tuvo esperar mucho tiempo, puesto para el que estaba más que cualificado) y se convirtió de alguna forma mucho más cauto. Ahora tenía la responsabilidad de cuidar de su tripulación y es algo que se tomó muy en serio. Pronto quedó más que demostrado que como comandante era excepcional y sabía perfectamente lo que tenía que hacer, incluso aunque tuviera que desoír las órdenes. Esto no siempre sentó demasiado bien a sus oficiales y puede que este impacto negativo sea la causa última de su falta de condecoraciones.»
Su blindaje también era algo a tener en cuenta, dado que era capaz de aguantar impactos de armas antitanque que ningún otro blindado alemán podía absorber. Existen casos documentados de tanques que recibieron más de 200 impactos y su blindaje no fue penetrado. Los soviéticos comenzaron a temer muy pronto a los llamados “Tigri”. Esa palabra se convirtió en sinónimo de terror entre las filas del Ejército Rojo. Knispel recibiría un intenso entrenamiento, principalmente en prácticas de tiros. Estas no hicieron más que confirmar su fe en la nueva arma. Realizaría prácticas a largas distancia para destruir enemigos a distancias a partir de los 2.000 metros, causando así bajas enemigas a tanta distancia. También era muy importante calcular perfectamente la trayectoria. Rubbel nos comenta de nuevo las características tanquistas de Knispel: «Mi hermano de armas Kurt Knispel demostró que no poseía solamente un bueno ojo, sino además una impresionante visión tridimensional. Aquel momento fue cuando Knispel estaba verdaderamente en su elemento. Todo eso le permitió más tarde salir victorioso de cientos de combates.» Knispel sería asignado al 500º Batallón Pesado Panzer y enviado a la ciudad de Panderborn. La unidad estaba liderada por un viejo conocido de Knispel, el Teniente Fendesack. Más adelante, dicha unidad se convirtió en la Primera Compañía del 503 Batallón Pesado Panzer, compañía compuesta por 5 Tiger. La nueva unidad de Knispel quedaba oficialmente formada el 4 de mayo de 1942, siendo una de las primeras unidades en ser formadas en recibir el famoso Tiger. A principios de marzo la unidad ya estaba prácticamente lista con 45 tanques Tiger a su disposición aunque el principal problema que tendría esta unidad sería a que muchos de sus miembros eran “bisoños” (es decir novatos) y su inexperiencia jugaría un importante papel en los primeros combates de la unidad. El 14 de abril de 1943 se desplazaron 60 kilómetros al sur de la ciudad ucraniana de Kharkov. Los tanques ocuparon diversas posiciones en el Frente para apoyar un ataque conjunto con la infantería para destruir las defensas enemigas del sector. Entre los tanquistas y la tropa circularon varias fotos aéreas de la zona en las que estaban señalizados los búnkeres enemigos. Los tanques se lanzaron al ataque y el tanque que consiguió los mejores resultados fue el tanque en que estaba el mejor artillero de la unidad, Kurt Knispel. Knispel participaría en una de las operaciones más importantes de la Segunda Guerra Mundial, la llamada Operación Ciudadela37 que daría paso a la batalla de tanques más impresionante de la Historia, la Batalla de Kursk.
La Unidad de Knispel quedó asignada a la 7ª División Panzer. El 5 de julio los Tiger rugieron al poner rumbo a un puente construido sobre el río Donets. Su primer objetivo fue limpiar el lugar de piezas antitanque enemigas. Tras esto se dirigieron a uno de los flancos de las fuerzas enemigas. Su objetivo principal sería proteger el flanco propio de su división que tenía como objetivo presionar a las fuerzas soviéticas en el saliente de Kursk. Al tercer día de combates la primera compañía solamente disponía de 12 vehículos en condiciones de combatir, y por supuesto uno de ellos era el Tiger de Knispel. El primer enemigo que conocería la efectividad del Tiger fue un solitario T-34 que fue destruido de un disparo del Tiger, ¡un disparo frontal! Knispel quedó impresionado al ver como el poderoso cañón del 88 atravesó la armadura frontal del tanque soviético como si fuera mantequilla. Durante el cuarto día de combates Knispel destruyó otros siete tanques enemigos a largas distancias, siempre con el mismo resultado: un disparo, un tanque destruido. Los combates en los pueblos de los alrededores se fueron sucediendo, pues allá donde se desplazaban los tanques alemanes había blindados enemigos esperándolos. En ninguna ocasión el Tiger fue destruido o dañado, y Knispel demostró ser el mejor artillero de nuevo, destruyendo un objetivo tras otro. El último día del ataque los Tiger avanzaron bastantes kilómetros y tras destruir una posición antitanque, Knispel avistó a lo lejos a una gran cantidad de tanques enemigos: «– Tres en punto. 800 metros ¡Tanques enemigos!
– ¿Cuántos Kurt? –preguntó su comandante Rippl a Knispel.
– Unos 10.
– Max a Moritz38. Tenemos unos pocos tanques para ti. Ven hacía nosotros.
– Moritz a Max, ya vienen.» Mientras esa conversación tenía lugar el Tiger ya se había puesto en posición de combate mirando directamente hacía los tanques soviéticos, mientras que el cargador introducía la primera bala en el cañón del 88. El primer tanque enemigo salió de la cobertura que les estaban ofreciendo unos arbustos y unos árboles y mostró uno de sus lados al Tiger. El tanque alemán se detuvo, y Knispel disparó. La torreta salió volando por los aires. «–¡Impacto directo! –gritó enfervorecido el comandante del Tiger Rippl, pero mientras él lo celebraba, tanto el cargador como Knispel dispararon en otras dos ocasiones, dando como resultado otros dos tanques enemigos destruidos.»
Los T-34 trataron de retirarse sin saber muy bien quien les estaba atacando. Antes de que los soviéticos se retiraran Knispel destruyó otros dos y el Tiger que llegó para apoyarles dejó fuera de combate a otros dos. El último T-34 que quedaba huía lo más rápidamente posible, dando la parte de atrás así al Tiger de Knispel. El T-34 fue destruido por Knispel a más de 2.000 metros de distancia, un extraordinario logro. Cuando los compañeros de la tripulación fueron informados por su comandante que el último T-34 había sido destruido a más de 2.000 metros los compañeros de Knispel se pusieron a gritar de excitación y a aplaudir a su excelente tirador.
En los siguientes días de combate el 503º Batallón Pesado Panzer se utilizaría para como una brigada de artillería móvil, utilizando a los Tiger allá donde hubiera que defender las posiciones alemanas. En una ocasión, 8 Tiger, entre ellos el de Knispel fueron movilizados a una zona del Frente donde los soviéticos atacaban con una gran cantidad de tanques enemigos. Aquel día Knispel destruyó 3 tanques, y los 8 Tiger destruirían en total 20 tanques enemigos, destruyendo así a la unidad blindada enemiga por completo.
El 14 de Julio el batallón alcanzaba la ciudad de Belgorod con solamente 10 Tiger en servicio. En aquel lugar había empezado hacía exactamente diez días el asalto principal alemán. Pocos días después estaba claro que los alemanes perdían definitivamente la que sería llamada la Batalla de Kursk. Durante aquella ofensiva Knispel destruyó un total de 27 tanques enemigos y sería condecorado con la Cruz de Hierro de Primera Clase.
Los alemanes comenzaron su retirada el 16 de Julio y tuvieron que hacer frente a una poderosa contraofensiva soviética, siendo la prioridad del batallón proteger los flancos de las unidades de infantería de posibles ataques blindados. Los blindados alemanes se vieron arrollados durante numerosos ataques enemigos, pero los Tiger que aún quedaban operativos iban de un lado a otro luchando contra los T-34 que se encontraban. En pocos días solamente quedaban dos Tiger operativos, uno el de Knispel. Finalmente para evitar ser flanqueados y destruidos los dos Tiger tuvieron que retirarse y fueron incapaces de rescatar al último Tiger operativo que había quedado en la vanguardia. El comandante de su unidad les acusó de ser los responsables de la pérdida del Tiger en tierra de nadie. Knispel tras oír la reprimenda gritó totalmente fuera de sí: «– ¡No podemos permitir que diga eso de nosotros!
– Sargento Knispel, aunque el tanque este prácticamente destruido, es su deber recuperar nuestros tanques si es posible. –respondió el oficial..» Y ese fue el fin de la discusión. Regresaron al frente para tratar de recuperar el Tiger. Se vieron sometidos a una alta concentración de fuego antitanque, por lo que tras avanzar tras el terreno las balas enemigas comenzaron a rebotar sobre la torreta de los Tigers, por lo que finalmente dieron por imposible la recuperación del Tiger. Knispel finalmente recibió la orden de su oficial de destruir el Tiger averiado para que al menos no cayera en manos enemigas.
Al regresar a líneas alemanas e informar a su Coronel este les volvió a criticar por la pérdida del Tiger. Nadie se limitó a responder al oficial, salvo un sargento llamado Kurt Knispel: «Le informo Coronel que aquel tanque fue abandonado por su tripulación y no por nosotros. Hemos tratado de traerlo. Era imposible y si lo hubiéramos intentado solamente habría terminado con la pérdida de nuestros dos Tiger. Decidimos que lo mejor era destruirlo para evitar que cayera en manos enemigas.» Parece que estas palabras aplacaron el mal humor del comandante que se limitó a despedirles con un: «Pueden retirarse.» Cuando lo hicieron, el coronel preguntó a su segundo: «– ¿Quién era el sargento de pelo negro con la Cruz de Hierro de Primera clase?
– Kurt Knispel del 503º Batallón Pesado Panzer mi Coronel.
– Maldito sea, me ha puesto en evidencia. Con una verborrea como esa seguro que debe ser berlinés.
– No mi coronel, Knispel proviene del este de los Sudestes.
– Olvídelo, no importa. ¡Pero ese mequetrefe me ha puesto en evidencia!» Y así quedó el asunto. Los tanquistas pudieron regresar a sus tanques y ayudar con éxito a la sufrida infantería. De nuevo durante la desastrosa retirada de las fuerzas alemanas Knispel lideró con otro Tiger la retirada de la infantería en la vanguardia de las tropas alemanas de infantería. Lo cierto es que los Tigers no iban a la vanguardia de la inmensa columna sino que se vieron mezclados con civiles y tropas que avanzaban huyendo de las fuerzas enemigas. A última hora de la tarde aquel día entre Julio y septiembre de 1943 (las fechas varían según las fuentes consultadas) los ya más que veteranos tanquistas huyeron en la distancia ruido de cadenas de tanques en movimiento. No les quedaba muy claro si eran aliados o no, dado que por ejemplo, un par de horas atrás se les había unido otro Tiger y también podría tratarse de tanques en retaguardia. Mientras dudaban el tercer Tiger comenzó a enviar señales luminosas pensando que, efectivamente eran aliados. La tripulación del Tiger de Knispel y su oficial, llegaron a la conclusión que eran soviéticos, por lo que volvieron rápidamente a su Tiger y se prepararon para entrar en combate. Cuando el ruido de los motores y de las cadenas impactando con el suelo fue más cercano no había duda: se trataba de T-34 soviéticos.
Hay que decir que en ese momento había una fuerte niebla por lo que apenas se veía nada. Los otros comandantes de los otros dos Tiger dispararon varias bengalas a 45 grados para iluminar el terreno de combate, pues apenas había visibilidad y en el momento en el que la primera bengala verdosa perfiló la silueta de un T-34 Knispel disparó, destruyéndolo prácticamente unas décimas de segundo después. Volvieron a cargar y disparar y un segundo más tarde otro T-34 explotaba por los aires. Otros dos T-34 fueron destruidos por el segundo Tiger. Un tercer T-34 disparó su cañón de 76 milímetros pero no consiguió penetrar la sólida armadura del blindado de Knispel. Segundos más tarde en esta escena apareció en el campo de batalla otros 12 tanques soviéticos que abrieron fuego a la formación de tres Tiger.
Los disparos de los enemigos rebotaron o fallaron sus objetivos. Knispel destruyó otro T-34 y finalmente el tercer Tiger también se unió a la batalla destruyendo otro de aquellos T-34.
Tras los escasos segundos de confusión posterior los pocos T-34 que quedaban se retiraron dejando atrás 8 tanques destruidos por los Tiger. Los dos únicos Tiger supervivientes cruzaba el río Dniepr, los tanques de nombre Max y Moritz.
Ya en líneas alemanas era momento de calcular el nº de tanques destruidos por Knispel y sus compañeros. El total de tanques destruidos durante la Operación Ciudadela ascendía a 60 en más de 300 batallas contra carros blindados enemigos, y su total de enemigos destruidos ya ascendía a 72. Fue condecorado con la Placa de Tanquista en Oro.
El batallón ya en la retaguardia recibió nuevos Tiger y nuevos soldados de reemplazo para suplir las bajas. Sin tiempo que perder la unidad fue enviada a Kiev, donde los soviéticos habían lanzado una gran ofensiva para tratar de recuperar la importante ciudad.
Parece ser que los tanques enviados y el personal de refresco no fue suficiente para recuperar la capacidad combativa de la unidad al completo por lo que el Batallón no sería completamente desplegado en la zona de operaciones hasta algún tiempo más tarde.
A principios de 1944 la unidad de Knispel lucharía contra el Ejército Rojo una vez más, en esta ocasión cuando rompieron las defensas alemanas al sureste de Ucrania, cerca de Kiev.
La batalla duraría desde comienzos de 1944 hasta el 18 de enero del mismo año. Durante aquellos días de nuevo los Tiger demostraron ser vitales para las defensas alemanas, aunque, además de lugar contras las fuerzas enemigas lucharon contra el barro una y otra vez.
Ese mismo mes, la comandancia del Batallón pasó a manos del Teniente Dr. Franz Bäke. Lucharían de nuevo contra los soviéticos en las cercanías de Vinnitsa donde rodearon a las fuerzas enemigas y las destruyeron por completo.
En 5 días el Batallón de Tigers destruiría 267 tanques enemigos. El siguiente objetivo sería ayudar a las fuerzas alemanas que estaban rodeadas en Cherkassy, donde el primer día destruirían 80 tanques, 30 el segundo y 20 el tercer día de lucha. Esta extraordinaria eficacia hizo posible que las fuerzas sitiadas fueran rescatadas. En aquellos días Knispel destruyó en torno a 80 tanques enemigos.
El 10 de febrero, tras intensos días de lucha, solamente quedaban operativos 18 Tigers, y estos fueron enviados a atacar la ciudad de Frankovka con tropas de infantería. Antes de llegar a su destino encontraron doce T-34 y tres piezas antitanque, dos de las cuales fueron destruidas en un espacio de 30 segundos por Kurt Knispel. Segundos después destruía su primer T-34 a una distancia de 1.800 metros antes de que los T-34 pudieran devolverles el fuego. Los otros Tiger dispararon y pronto dejaron fuera a otros siete T-34. Knispel destruía un segundo T-34 segundos después.
Tras la destrucción del último tanque enemigo avanzaron varios kilómetros sin lucha dado que no detectaron ningún enemigo en su avance. Cuando llegaron a la carretera de Bushanka, el sexto sentido de Knispel detectó a los tanques enemigos: «¡Delante a la derecha, moviéndose hacía la izquierda,
unos 10 tanques enemigos, distancia 1.500 metros!» Sin perder un segundo los Tigers se pusieron en posición de combate y abrieron fuego, como si se tratara de un ejercicio de tiro en pocos segundos los once tanques enemigos eran destruidos sin posibilidad alguna de devolver el fuego. Los Tiger continuaron su camino y finalmente tomaron las posiciones asignadas en la ciudad de Frankovka. ¿Y qué les esperaba al día siguiente? Una fuerza compuesta por 80 tanques y unas 50 piezas antitanque. Por supuesto Knispel y sus camaradas recibirían la orden de atacar. El ataque tendría lugar a las 8 de la mañana del día siguiente. Los tanques se pusieron en formación de combate a unos 600 metros con la promesa de que los Stukas harían acto de presencia para apoyar su ataque. Los Stukas efectivamente aparecieron y descargaron sus bombas y los soviéticos cometieron un importante error, porque en lugar de mantenerse en sus posiciones ofensivas atacaron frontalmente a los Tiger, quizás por la confusión que llevaron los Stuka y sus bombas a las filas soviéticas. En la distancia aparecieron los primeros T-34, trece unidades que fueron destruidos antes de que pudieran devolver el fuego a los poderosos Tiger, de los cuales dos fueron puestos fuera de combate por Knispel. En ese momento los Tiger cargaron contra las posiciones enemigas. Los soviéticos pondrían fuera de combate a 5 Tiger y los alemanes a 70 tanques soviéticos y 50 piezas antitanque durante los minutos que duró la batalla.
Desafortunadamente la confusión de la batalla nos impide dar más detalles, pero desde luego tuvo que ser una carga más que épica: imaginarse a los 18 Tiger cargando frontalmente en formación contra 70 tanques enemigos y 50 piezas antitanque que protegían aquella colina. Disparos y explosiones por doquier y alrededor de los tanques alemanes mientras que estos devuelven el fuego a los alemanes y destruyen una pieza tras otra, explosión tras explosión, disparar y volver a recargar inmediatamente para destruir un nuevo objetivo mientras que los impactos resuenan en el interior del tanque, pero los hombres están demasiado concentrados: el conductor pilotando hacia delante, el artillero de la ametralladora disparando a todo lo que ve, el cargador cargando balas, una detrás de otra, el artillero apuntando y disparando y el comandante dando y devolviendo órdenes a una velocidad condenada mientras los Stukas bombardeaban sin cesar las posiciones enemigas. Esa fue la batalla en la que Kurt Knispel participó. A pesar de todos los esfuerzos de los tanquistas las unidades alemanes fueron incapaces de romper el cerco de las unidades alemanes atrapadas en Cherkassy. Tras varios encuentros más contra los soviéticos los alemanes lanzaron un último ataque con la esperanza de romper el cerco enemigo. Tras la pérdida de otro Tiger los alemanes se retiraron de nuevo. Volvieron a intentarlo a las 4 de la mañana del 17 de febrero. Llegaron a estar a tan solo 8 kilómetros de su objetivo, pero siempre tuvieron que retirarse. Los ojos cansados de los tanquistas, enrojecidos por el cansancio se llenaron de lágrimas al no poder rescatar a sus camaradas. Finalmente fueron las fuerzas sitiadas las que pudieron romper el cerco en un desesperado ataque y pudieron abrazar a sus camaradas tanquistas para agradecerles personalmente sus esfuerzos. Fue uno de los momentos más emotivos de la guerra para Knispel. Consiguieron alcanzar las líneas alemanas y reunirse con los Tigers alrededor de unos 1.100 hombres. Finalmente el 18 de febrero los Tiger se retiraron.
En torno a principios de 1944, las acciones de Kurt Knispel le hicieron merecedor de una recomendación para ser condecorado con la Cruz de Caballero, pero por razones no esclarecidas no le fue otorgada tan importante distinción, a pesar de que había conseguido más del doble de tanques destruidos exigidos a un artillero para ganar la medalla. No obstante sí que le sería entregada la Cruz Alemana en Oro, dado que la había hecho más que méritos para recibirla tres o cuatro veces. La medalla le sería entregada el 20 de mayo de 1944, y además fue ascendido a Sargento Primero. No se entendía como Knispel que había sido recomendado en al menos cuatro ocasiones no recibió la condecoración que se merecía por derecho propio. El 4 de mayo de 1944 la unidad regresaba a Alemania, llegando a Paderborn el 9 de mayo de 1944. Allí descansarían y comenzarían a probar el nuevo Tiger II, un tanque más pesado y con un cañón ligeramente más potente que el Tiger I. Knispel también aprovecharía algunos días de su último permiso para visitar a su amigo Alfred Rubbel que estaba en un hospital militar recuperándose de varias heridas recibidas en el frente.
El 503º Batallón Pesado Panzer sería equipado con el Tiger II y Knispel fomaría parte de la dotación de uno de ellos. La unidad sería rápidamente movilizada a Francia con motivo del Día D más famoso de la Historia, el Desembarco de Normandía el 6 de junio de 1944. Tras varios días de viaje, ya estaban en territorio francés, cerca de Dreux, una ciudad que está a unos 80 kilómetros al oeste de París. En aquella zona esperarían a los aliados. El 13 de julio los Tiger II entraron en combate contra tanques británicos que habían atravesado las líneas alemanas. 11 tanques británicos fueron puestos fuera de combate y dos de ellos fueron gracias a los certeros disparos de Knispel. El 30 de julio el batallón se vio obligado a retirarse hacia la ciudad de St. Lo. El 14 de agosto el tanque de Kurt fue atacado por cohetes lanzados desde bombarderos. El tanque de Kurt fue impactado y su oficial y amigo Fendersack fue rescatado por él, pero moriría al día siguiente en el hospital a causa de las heridas recibidas. La noche del mismo día que Kurt Knispel enterraba a su comandante y amigo, los partisanos franceses atacaron a la unidad tanquista, y Knispel ayudó a hacerles frente con armas ligeras. A lo largo de los días siguientes los tanques de la unidad fueron destruidos. El último Tiger que quedaba disponible era en el que Knispel era comandante, por fin, comandante de su propio carro blindado. No había hombre de aquel batallón que no hubiera salido salvado en alguna ocasión por Knispel. Era el espíritu de su unidad, una clara inspiración para todos. La unidad regresaría a Alemania tras la pérdida de la ciudad de St. Lo. Muchos de los tanquistas habían muerto o habían resultado heridos, salvo uno de ellos Kurt Knispel. Entre el 19 y 22 de septiembre la unidad volvía a recibir soldados de reemplazo para cubrir las bajas y 45 nuevos y flamantes Tiger II. La unidad no estaría a punto hasta principios de octubre. La unidad sería transportada en tren hasta Hungría, llegando a Budapest el 14 de octubre. Knispel lucharía contra las fuerzas soviéticas, siempre en primera línea de combate. Hay un momento que quiero resaltar, y es cuando, después de varias peligrosas misiones de combate, ocurrió lo siguiente (según las Memorias de Alfred Rubber: «Vi al capitán von Dienst-Körber que abrazó a Knispel tras destruir su tanque número 126 y que iba a reportarlo. El capitán dijo con emoción:
– ¡Knispel, si tuviera una Cruz de Caballero te la daría aquí y ahora mismo!
– Gracias mi capitán, pero no es un una Cruz de Caballero sino sus acciones las que hacen al soldado.
– Es cierto Knispel, ¡pero hay que honrar a aquellos que se la merecen! Has ganado la Cruz de Caballero por lo menos tres veces ya y me gustaría ver como la recibes.» El capitán rellenó aquel día la correspondiente solicitud (era la tercera recomendación que un oficial escribía para que Knispel recibiera la medalla), aunque parece ser que la recomendación se perdió. Durante su etapa como comandante del peligroso King Tiger destruyó más de 40 tanques enemigos además de un sinfín de piezas antitanque y piezas de artillería. A finales de octubre de 1944 Knispel se enfrentaría a los nuevos IS-2 armados con cañones de 122 milímetros, que por supuesto, también serían destruidos por el intrépido héroe. En noviembre de 1944 Knispel conseguiría su disparo acreditado a mayor distancia, la destrucción de un tanque T-34 a más de 3.000 metros de distancia.
Entre diciembre de 1944 y enero de 1945 los alemanes continuaron luchando contra los soviéticos, perdiendo cada vez más terreno y más tanques a cada día que pasaba estaba más que clara la superioridad enemiga. En ocasiones los Tiger quedaban rodeados por incluso 20 enemigos que, obviamente no tenían problemas para destruir los tanques alemanes uno a uno. A mediados de febrero de 1945 el Batallón solamente disponía de solamente 22 Tigers operativos. Las principales perdidas de aquel mes se dieron principalmente a fuego de piezas y a minas antitanque. El 25 de marzo los rusos lanzaron una terrible ofensiva a lo largo de todo el Frente Oriental. Los tanques alemanes comenzaron a ceder terreno y no era el día que algún compañero resultaba muerto cumpliendo con su deber. El 15 de abril, lo que quedaba del batallón apoyó a la 357ª División de Infantería para tratar de establecer una nueva línea defensiva en el Frente. El día 19 los soviéticos trataron en varias ocasiones tratar de romper el frente y flanquear las posiciones alemanas. El 19 de día sería el canto de cisne para Knispel, dado que se enfrentaría prácticamente en solitario contra trece tanques enemigos, destruyendo a cuatro de ellos y poniendo en fuga al resto. El día 21 Knispel destruiría cuatro tanques más y tres piezas antitanque. En aquellas fechas ya solamente quedaban 5 tanques operativos, aunque los mecánicos consiguieron recuperar otros tres que se unieron a las exiguas fuerzas alemanas. Aquel día los soviéticos rompían de nuevo las líneas alemanas, siendo en esta ocasión una poderosa unidad con multitud de tanques y tropas motorizadas. Cerca de una granja los alemanes ponían fuera de combate a diez tanques. Knispel atacaría de nuevo, destruyendo otros tres tanques enemigos.
Desde Zingendorf, la unidad fue trasladada a la ciudad de Wostitz el 26 de abril. Entablaron nuevos combates contra fuerzas blindadas durante los días siguientes. El 29 de abril, Knispel ponía fuera de combate a un enemigo número 168. En su última acción un vehículo Fw. Skoda solicitó ayuda al estar rodeado de enemigos y Knispel acudió en su ayuda. Allí se encontró una cantidad indeterminada de enemigos, quizás más de 20 tanques enemigos, las cifras y los supervivientes de aquella batalla no se ponen de acuerdo. Lo único claro era el resultado: el tanque de Knispel fue destruido así como el vehículo que trató de salvar en su última y heroica acción.
¿Murió Knispel dentro de su tanque o a causa de las heridas posteriormente en un hospital de campaña? Lo único claro es que fue enterrado en la parte trasera de una iglesia, cerca de un hospital de campaña, por lo que la segunda versión parece cobrar mayor fuerza.
El invencible Knispel, aquel que nunca había resultado herido exhaló su último aliento. Fue el hombre más brillante del ejército blindado alemán durante la 2ª Guerra Mundial, el as blindado más importante de la Historia, y curiosamente, uno de los menos famosos. Nunca fue un Caballero de la Cruz de Hierro, pero sin duda fue el más grande todos. Kurt Knispel murió como lo que fue, un gigante. Pero la Historia de Kurt Knispel no acabaría aquí. Durante una gran cantidad de años jamás se supo donde había sido enterrado, perdiéndose para siempre su nombre en las brumas de la Historia, aunque el brillo de sus hazañas y su leyenda pertenecían vivos en las memorias de aquellos que le conocieron y que combatieron con él así como en la de eruditos, historiadores y aficionados a la Segunda Guerra Mundial. Obviamente no sería igual en Alemania. Alemania, la gran perdedora de la Segunda Guerra Mundial fue ocupada por los países aliados durante la postguerra e inculcarían en el pueblo alemán un fuerte resentimiento y vergüenza por todo aquello que ocurrió durante la 2ª Guerra Mundial, y obviamente el resentimiento y la vergüenza trajo consigo el olvido. No serían los historiadores alemanes los que se interesarían por las figuras de los héroes de guerra alemanes, de los perdedores, sino todo lo contrario. Serían los historiadores de las potencias vencedoras, especialmente americanos y británicos los que comenzarían a estudiar y descubrir las grandes gestas que muchos de estos héroes de guerra llevaron a cabo: grandes pilotos de caza, impresionantes generales y mariscales de campo, lobos de mar en sus submarinos capaces de hundir decenas de barcos y como no, ases tanquistas. Un nombre destacaba por encima de todos los demás a causa de la Propaganda: Michael Wittmann, el joven capitán de las Waffen-SS que había sido condecorado con la Cruz de Caballero con Hojas de Roble y Espadas. Pero pronto se descubriría que no sería “el mejor”, sino el más laureado, pues Otto Carius le superaría en tanques destruidos, además del propio Kurt Knispel. Las pesquisas llegaron a buen puerto parte de los Historiadores militares y el nombre resonó con fuerza en las primeras obras dedicadas a los grandes ases tanquistas del bando alemán: Kurt Knispel.
La fama que se le había negado en vida era otorgada, curiosamente, por historiadores de los países vencedores de la Segunda Guerra Mundial. Su figura y su vida se resumían ahora de la siguiente forma: el mejor tanquista de la Historia. Curiosamente la Historia quiso hacer un guiño al autor de estas líneas cuando en los primeros días de abril de 2013 una noticia saltaba en diversos medios de comunicación especializados de internet, en páginas de aficionados a la Historia principalmente: ha sido encontrado el cuerpo de Kurt Knispel.
Me encontraba en Alemania y unos pocos días después entrevistaría a Otto Carius. Mi interés por la figura de Kurt Knispel era desde luego muy fuerte, tanto que durante la semana siguiente que permanecí en Alemania revisé páginas webs y la prensa diaria en busca de alguna reseña sobre tan importante descubrimiento histórico. NADA. Ni siquiera una esquela, ni siquiera unas breves líneas, nada. No salía de mi estupor, y este estupor lo llegué a compartir con el viejo veterano de guerra, Otto Carius, uno de los ases tanquista más famoso de todos los tiempos y presente en las páginas de este libro. «– ¿Qué le parece? – le dije a Otto Carius tras explicarle la situación.
– Una vergüenza, eso es lo que me parece.» Yo no habría descrito con mejores palabras lo que yo también pensaba sobre el asunto, principalmente porque estamos hablando de un héroe de guerra que era un reconocido antinazi tal y como el lector ha podido leer en esta extensa biografía, y su biografía y encontronazos con los guardias que maltrataban prisioneros son de sobra conocidas por todos. Aun así Alemania dio la espalda al héroe más importante de la Historia Militar a bordo de un carro blindado. Sirva esta biografía de homenaje a aquel joven que se convirtió en vida en Historia, que la Historia convirtió en mito y el tiempo convertirá a ese mito en lo que es hoy, una leyenda.
El broche de oro y punto final a su biografía que queremos compartir con vosotros es la opinión de su mejor amigo durante la guerra, Alfred Rubbel, quizás la persona que mejor conoció la figura de Knispel, dado que gracias a sus memorias se ha podido reconstruir casi la totalidad de esta biografía:
«Como persona Knispel siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás sin esperar nada a cambio. Compartía siempre su comida y bebida con sus camaradas, y si era necesario, su última camisa. Era alegre y sincero y todos teníamos ese extraño sentimiento de que si él luchaba con nosotros durante un ataque o una defensa, a la izquierda, a la derecha o en vanguardia estábamos seguros. Nunca abandonó a nadie, sin importar la situación. Lo demostró en multitud de ocasiones poniendo su vida en peligro en aquellas misiones. Había en nuestras tres compañías del 503º Batallón Pesado Panzer grandes personalidades y soldados que habían destruido una gran cantidad de tanques […]. Knispel los superaba a todos ellos, no solo en el batallón, sino a todos los del ejército alemán. En todo el Ejército alemán no hubo nadie que consiguiera aquel número de victorias sentado detrás del cañón de un tanque. Todos los tanques citados fueron confirmados. El éxito de Knispel era sencillamente insuperable. Era un artillero que hizo su trabajo lo mejor que pudo. Cierto que al final se convirtió en comandante de carro (para lo que tuvo esperar mucho tiempo, puesto para el que estaba más que cualificado) y se convirtió de alguna forma mucho más cauto. Ahora tenía la responsabilidad de cuidar de su tripulación y es algo que se tomó muy en serio. Pronto quedó más que demostrado que como comandante era excepcional y sabía perfectamente lo que tenía que hacer, incluso aunque tuviera que desoír las órdenes. Esto no siempre sentó demasiado bien a sus oficiales y puede que este impacto negativo sea la causa última de su falta de condecoraciones.»
Kurt Knispel, el mejor tanquista de la 2ª Guerra Mundial